Hace unos tres meses un grupo de vecinos retomamos lo que antes se llamaba la Huertita de Tetuán, un huerto urbano que llevaba abandonado más de una año ubicado en un solar que hace esquina entre las calle Alvarado y Tenerife y que decidimos rebautizar como La Regüerta. Situado en un barrio en el que existen conflictos relacionados con el urbanismo y la falta de espacios públicos y la diversidad de nacionalidades y su integración, el huerto supone un lugar en el que encontrarse, aprender sobre la naturaleza y conocernos mejor unos a otros y se ha convertido en un punto de encuentro e intercambio para muchos.
El tema de la integración y la participación ciudadana es algo que siempre me ha preocupado y he trabajado en él desde diversos proyectos en torno a la cultura, pero he sido gratamente sorprendida por la facilidad con la que sin pretenderlo, el pequeño huerto a dado unos resultado excelentes en estos campos. Diariamente nos vienen a visitar los vecinos, nos traen lo que pueden para ayudar: abono, agua para regar las plantas, envases y adornos para colocar entre las verduras y hortalizas. Los niños vienen a regar y a aprender a plantar. Y muchos se pasan diariamente para controlar el estado de los cultivos y comprobar con satisfacción su avance.
Cuando hacemos el reparto de la cosecha tocamos a poco por cabeza, pero la cosecha diaria de los ratitos que pasamos allí con nuestros vecinos es algo mucho más nutritivo para hacer la cotidianidad más cálida y agradable.